Denielig

Cama De Rosas...

Las cosas suceden de forma inesperada, y a nuestro modo de ver, gracias a nuestro escaso entendimiento, de la manera como el arquitecto del universo tiene planificados los acontecimientos, en los momentos más inoportunos.

 

Abrió los ojos y los volvió a cerrar, por un momento recordó el día anterior y se preguntó si realmente había sucedido, o si solo se trataba de una de esas fugaces y frecuentes escapadas de su imaginación, a ese mundo mágico de los sueños.

 

Había sido un día vestido de colores pastel, difíciles de engranar con la cotidianidad de la vida. Había despertado temprano con la expectativa de un encuentro al que se había opuesto con vehemencia. Sin embargo, resultó algo completamente diferente a lo que se había imaginado. No podía creer que aquel a quien había rechazado por sistema, y con quien se había peleado a gritos, hubiese resultado alguien con quien tenía tantas cosas en común física y espiritualmente.

 

La conversación había sido, variada, amplia e interesante. Y aunque sus ojos seguían gritando algo que ella prefería ignorar, se había portado como un caballero. Desde las rosas del recibimiento, hasta el recatado beso de despedida. Pero en el ínterin del día, hubo un par de señales, que habría sido muy necia si se empeñaba en pasarlas por alto. Cuando sus ojos se encontraron, hubo un claro mensaje de reconocimiento, y cuando su mano rozó la piel desnuda de su espalda, una corriente eléctrica recorrió su cuerpo, enviándole una clara señal de advertencia.

 

Su corazón comenzó a latir desbocado, se levantó a toda prisa, tomó un veloz baño y se preparó a recibirlo. Hoy sería la despedida, y el habitual pleito, entre las dos molestas voces de su consciencia dio inicio. Mientras una decía que era lo mejor y lo más sano, la otra gritaba que era una soberana estupidez. Cuando estaba a punto de comenzar a pelearse con ambas, llegó él.

 

En cuanto sus ojos se encontraron de nuevo, una inesperada alegría la invadió, y ambas voces fueron silenciadas sin necesidad de su intervención. Después de un fugaz beso en la mejilla, él tendió su mano y ella la aceptó. A partir de ese momento, perdió las riendas de su vida.

 

-       ¿Dónde vamos?  --  preguntó curiosa

 

-       Ayer me mostraste tu mundo – contestó él   --  hoy quiero que conozcas el mío.

 

Fue un viaje vertiginoso, a través de un mundo de colores, personajes y situaciones interesantes y divertidas. Cuando llegó la noche estaba exhausta pero feliz.

 

-       ¿Qué te ha parecido?  --  preguntó él

 

-       Supongo que todo se parece mucho a ti  --  le contestó con una sonrisa

 

El quiso preguntar si le gustaba, pero prefirió no hacerlo. En el fondo temía una respuesta negativa, y había esperado con infinita paciencia aquel momento, como para arruinarlo con estúpidas preguntas. Pero había una que  no podía evitar hacer.

 

-       ¿Quieres volver?

 

Ella lo miró unos instantes, y luego le sonrió.

 

-       ¿Sería prudente regresar a esta hora?

 

El esperaba una respuesta, y recibió otra pregunta, pero en ella estaba contenido todo cuanto necesitaba por el momento. En sus labios apareció una sonrisa que de inmediato pasó a sus ojos. Tuvo el impulso de abrazarla, pero se contuvo, recordando vívidamente un suceso acaecido unas horas antes. Habían estado caminando tomados de la mano, por  el jardín, cuando ella se detuvo a observar la panorámica.

 

-       Es hermoso  --  dijo

 

-       Sí, la verdad es que nunca había visto nada más hermoso.

Pero él no miraba el paisaje, la miraba a ella, y cuando giró la cabeza se encontró con los ojos de él clavados en los suyos, y una fuerza de atracción imposible de resistir unió sus labios en el tan anhelado beso, al menos por parte de él. Ella no fue consciente de haber entrelazado sus brazos alrededor de su cuello, pero si lo fue de los brazos que la rodeaban haciéndola sentir segura. Para él aquel fue un beso devastador, como lo confesaría más tarde. Sintió que con  aquel beso no solo tomaba posesión de sus labios, sino de toda ella. Pero no estaba preparada para más en ese momento, y con delicadeza se apartó, dejándolo desolado y vacío.

 

Pero ahora, con la sonrisa bailando en sus labios, lo que a su juicio la hacía ver más hermosa, estaba teniendo que echar mano a todo su fuerza de voluntad para no hacer nada estúpido. Se levantó con el pretexto de ir a acomodarle un sitio para dormir, y aunque finalmente sí termino haciendo eso, lo que en realidad quería era huir antes de perder el juicio.   

 

Pero lo que no sabía era que aún no había bajado del carrusel, apenas entró de nuevo en el Salón y la vio de pie ante el ventanal, con  su figura recortada contra la noche estrellada, y con la luna colgada por encima de su cabeza, su mundo comenzó a girar, y sintió como perdía el control de sus actos sin poder hacer nada. Se acercó a ella, y ella se volvió hacia él.

 

-       Gracias por un día maravilloso  -- le dijo.

 

Pero él no la escuchaba, todo lo que podía oír era los latidos de su desbocado corazón, y se extrañaba de que ella no los escuchara también. De pronto y sin previo aviso, ella se refugió en sus brazos y apoyando al cabeza en su hombro comenzó a hablar, y ahora sí le prestó atención.

 

-       Todo es muy distinto a como lo había imaginado, no sé si hago bien o hago mal, y no quiero saberlo. Solo quiero vivir este momento sin preguntarme qué va a suceder después.

 

Levantó la cabeza y él se perdió en sus ojos, pero se obligó a prestar atención, porque intuía que era de vital importancia, como quedó demostrado después, que prestara la máxima atención a sus palabras.

 

-       ¿Puedes darme eso?  -- preguntó ella

 

Por un momento no estuvo seguro de qué responder. Pero la respuesta llegó desde su interior, sin la participación de su consciencia.

 

-       Estoy dispuesto a darte lo que me pidas, como lo pidas y cuando lo pidas  --  dijo con absoluta seguridad.

 

-       No puedo ofrecer nada, ni seguridades, ni permanencia, ni…

 

Pero esta vez no la dejó continuar, no era necesario, él sabía todo eso mejor que ella. Así que le colocó un dedo en los labios.

 

-       Asumo los riesgos, no me importa cómo te tenga, solo me importa tenerte. No estoy pidiendo seguridad, ni permanencia, ni pretendo reclamar propiedad. Mientras me tengas aquí  --  dijo colocando un dedo sobre el corazón de ella  --  será suficiente para mí.  

 

Una solitaria lágrima, resbaló por la mejilla de ella, y él la recogió con sus labios, que luego deslizó hasta los de ella. No fueron necesarias más palabras, porque sus cuerpos comenzaron a comunicarse con ese lenguaje silencioso aprendido a través de muchas vidas. Los pensamientos abandonaron sus mentes, y dieron paso a las sensaciones. El dejó sus labios, para deslizarse por su cuello, aspirar el olor de su cabello,  y enredar sus dedos en esa oscura y suave cascada, para luego deslizar su mano por la piel desnuda de su espalda, mientras otra hábil mano iba deshaciéndose de la tela que se interponía entre su piel y la de ella. A medida que sus cuerpos iban quedando expuestos, sus manos y sus labios iban tomando posesión de toda su extensión. Ambos dejaban huellas ígneas por donde pasaban, aumentando de manera inusitada un deseo ya muy grande. Ella no se enteró de cómo ni cuándo, había llegado hasta la cama, sino en el momento en que se sintió hundida en un lecho de pétalos de rosa,  por un momento lo miró con algo de consciencia. Él interpretó adecuadamente esa mirada, y sonrió, sin embargo, nada dijo, se limitó a seguir con el placentero recorrido por esa piel largamente anhelada. A medida que los besos y las caricias fueron haciéndose más íntimos, la temperatura subió a tales extremos que sintieron que se estaban quemando, y la necesidad de fundirse en uno solo alcanzó niveles insoportables. Cuando la perdida y andariega mano de ella, rozó la turgente virilidad que palpitaba contra su piel, él sintió que se quedaba sin aliento, pero aún así hizo hasta lo imposible por contenerse, mientras sus dedos con la habilidad propia de un pianista acariciaban con una maestría cargada de erotismo, el femenino nido de placer, que guardaba el secreto del éxtasis que estaba a punto de experimentar, y arrancaba notas de glorioso deleite. Ella comenzó a jadear presa de sucesivos espasmos, que enviaron un mensaje claro de satisfacción, al responsable de ello. Y esta fue la señal para que él se sintiera incapaz de soportar un minuto más, sin invadir y hacerse dueño absoluto de su cuerpo. Cuando el traspasó sus fronteras, ella no se sintió invadida, sino que la embargo una calidez que no había experimentado antes, pero que había sido esperada a través del tiempo. Sus cuerpos se acoplaron de manera perfecta y armoniosa, y la magia hizo su efecto, elevándolos a inusitadas alturas de placer. Perdieron el sentido de la realidad, se dejaron arrastrar por aquel deseo salvaje de poseer y ser poseído. Las uñas de ella, dejaron marcas en la espalda de él, mientras la fuerza de los dedos de él, dejaron una marca oscura en la pierna de ella. Pero ambas, eran señales que traspasarían la frontera de sus pieles, para instalarse para siempre en sus corazones. El tuvo un segundo de consciencia, antes de alcanzar el punto máximo de placer, y aferró un puñado de sus cabellos y la miró  a los ojos, y aunque no tuvo aliento para decir nada, se aseguró de que sus ojos le gritaran el amor que sentía, para después dejarse arrastrar por esa explosión de deseo, lujuria y placer compartido.

 

Unos minutos después, y aún sin apartarse de ella, acarició su rostro sereno, un dedo se deslizó por los parpados cerrados, sabía que no dormía, pues su respiración aún agitada así se lo indicaba. Ladeó la cabeza y la besó. Fue un beso largo y tierno, de agradecimiento mutuo por el glorioso momento que acaban de compartir. Cuando se separaron, ella seguía con los ojos cerrados, y él sonrió.

 

-       Te amo, y lo sabes  --  susurró al oído de ella  --  No me importa nada más.

 

Una sonrisa se dibujó en sus labios y finalmente abrió los ojos, tenían una humedad sospechosa, sin embargo sonreía.

 

-       Me gusta la sábana  --  dijo aún con la sonrisa en los labios

 

 Por un momento él no supo de qué hablaba, pero luego se dio cuenta de que lo decía por los pétalos de rosas que él había puesto sobre la cama.

 

-       Me alegro, fue preparada especialmente para ti, y aunque no tenía idea de que la compartiría contigo, me siento muy feliz de que así haya sido.

 

-       ¿Tratas de decirme que no planeaste esto?  --  preguntó con una sonrisa pícara

 

-       Te lo juro  --  dijo él  --  Tenía las mejores intenciones…

 

Pero ella no lo dejó terminar, empujándolo a un lado y colocándose encima de su pecho, lo miró directo a los ojos, con una mirada que parecía traspasarlo. El  vio sorprendido, la transformación que se operaba ante sus ojos, y como le dijo posteriormente, casi no lo podía creer. La pacífica y dulce criatura a la que acababa de besar, dio paso a una totalmente distinta. Una ceja se elevó y su sonrisa se hizo casi lasciva, mientras sus ojos lo recorrían haciéndole sentir su desnudez. Hasta el tono de voz cambió.

 

-       ¿Estás tratando de decirme, que yo te arrastré a esto?  --  preguntó

 

El aún no salía de su asombro, cuando ella comenzó a reír alegremente. El cerró los brazos a su alrededor.

 

-       Soy tremendamente afortunado al tenerte  --  le dijo

 

Y dándole un beso, se dispuso a abandonarse al pacifico descanso, que ahora no estaría poblado de imágenes huidizas, porque la protagonista de sus sueños descansaba esa noche entre sus brazos.

 

A la mañana siguiente, cuando ella despertó sintió el vacío a su lado, pero cuando abrió los ojos y miro donde él debía estar, se encontró una rosa y una nota. Tomó la flor y leyó la nota. Sonrió y de no estar leyendo y sosteniendo en sus manos la perfumada flor, habría pensado que todo había sido un sueño. Era curioso como el destino podía unir o desunir, sin el consentimiento de los actores. Se preguntó si sería cierto lo que había leído en una oportunidad, de que teníamos varias almas gemelas vagando por el mundo y que a veces, teníamos la suerte de encontrarlas y reconocerlas, y otras no las encontrábamos nunca.

  

 

¿Aquel sería el inicio o el final de la historia? Ninguno de los dos lo sabía. ¿Qué les depararía el futuro? Esa era una pregunta sin respuesta. Porque finalmente ¿Qué era el futuro?  Solo una serie de hechos encadenados sin aparente orden ni concierto, y aunque el final ya estaba escrito desde el mismo inicio, el futuro es algo incierto, que sin importar las ideas o los planes, siempre se sucede ajeno a lo esperado. El futuro solo es el instante siguiente, y quien tiene la pluma en la mano, lo escribe segundo a segundo…

 

 

 

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