Obedecí a la obstinación
que me desborda
y atracó en mí el bálago
para delinear la angustia
desnuda y esparcida
sobre las genillas de mis ojos.
En obediencia al maleficio
que causóme la pasión
me hice hombre de mar
y di a mi alma brillo
con furtivos besos
de huellas al andar.
Llegué a la playa abierta
para enfrentar a los piratas de la niebla
que exhibían en sus mástiles
las cruces de mis sueños.
Los golpes de pendiles eran escoriaciones
en pléyades saladas
y en la distancia a que me hallaba
sólo veía espectros
de coralíferas incógnitas
que sobre las crestas de las olas
cabalgaban.
Efraín Gutiérrez Zambrano
De su poemario Molinos de Fuego