Fernando moraba en una barraquita en el fondo d'el huerto de unos tios míos .
La pieza estaba limpia escasamente amueblada. Los únicos muebles eran una cama de acero con un colchón que vió mejores tiempos, en el rincón una mesita baja con unas velas para alumbrarse, en la pared varios clavos de donde colgaban algunas prendas muy usadas.
Fernando hacía escobas y cestas que vendía en el mercado.Yo era solo una niña entonces me gustaba sentarme a su lado y mirar sus manos ágiles trabajar.
De vez en cuando me dejaba ayudarle en algo, las cestas de caña eran un trabajo muy delicado. Fernando trabajaba con agilidad y rapidez, sus obras eran muy primorosas, verdaderas obras de arte; mezclaba las cañas con cuerdas de colores; las cestas eran de formas variadas para diferentes usos. Trataba a la gente con amabilidad aunque muy reservado, logro hacerse una buena y fiel clientela.
Trabajaba todo el tiempo en silencio, yo no paraba de contarle cosas, hacerle preguntas, él me sonreía y algunas veces me contestaba.
Era un hombre serio de pocas palabras, con gustos muy sencillos.
Quien hubiera pensado que podía ser también un payaso, la gente del pueblo le llamaba a actuar en los cumpleaños.
Vestía una camiseta y una especie de pantalos bombachos y de exagerados tamaños con parches de colores llamativos y tirantes con los cuales pretendía cazar moscas.
Llevaba un sombrero de paja con cuerdecitas que colgaban; cada una ensartada con chapas y corchos con formas y coloros diferentes. Al moverse sonaban como carrillones bailando al viento con melodías alegres deliciosas
Tenía la cara maquillada con colores llamativos, la nariz era una pelota de pingpong pintada en rojo vivo, lo que generaba un punto de atención y atración para los pibes.
Calzaba tremendos zapatos que se curvaban hacia arriba, como apuntandos al cielo. Cuando andaba los zapatos golpeaban el suelo con un zumbido,"clap, clap".
Recuerdo como nos hacía reír con sus bromas, sus piruetas y sus trucos divertidos.
Una grande sonrisa iluminaba su rostro,¡ que poco necesitaba para hacernos feliz!
Era un artista empedernido. Los sábados por las tardes, detrás de un café, presentaba su teatrillo de guiñol; marionetas que confeccionaba el mismo con materiales usados que encontraba como; cañas, ramitas, maderas, trapos. Durante la actuación Fernando se transformaba por completo, parecía recobrar una vida nueva tras los personajes, sus ojos se iluminaban. También nos hacía participar con canciones y sonidos, nos deleitaba tanto.
No sabíamos nada de su familia, él nunca la mencionaba. Era difícil de darle una edad, parecía que los años no le afectaban.
Fui a estudiar a otra ciudad y no le vi por un tiempo, cuando volví a casa para las vacaciones, descubrí que Fernando había muerto.
Me acerque a su barraquita ahi me quede un rato contemplándola, como despidiéndome de él.
Gracias Fernando por los momentos entrañables que pase contigo, por aguantar mis parloteos, por los numerosos años que nos has divertido, por las bonitas cestas y las escobas que llevan las huellas de tus manos de artista.
Descansa en paz amigo.
Merche DemBar
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