Noches pesadas que se entremezclan con los días,
cansancio de la mente, del cuerpo del ser,
ausencia de descanso, solo hay labores aun difíciles,
quebranto de la moral, ante los calambres,
silencio en la nada, que lo es todo en estos lugares,
solo se escuchan los susurros de los entes.
Cabalgando entre las veredas, al lado, de los bosques,
noches llenas de bruma, de frio que entume,
luna y estrellas fulgurantes, destellantes, intermitente,
al paso de los nubarrones, que comprometen,
el accionar de las huestes, que buscan a los criminales,
desaliento ante el paso del tiempo que separa.
Solo nos mantienen esos mensajes, susurrados, oídos,
entre las hojas de los arboles, entre las plantas,
cantos que como voz de cenzontles, mirlos y canarios,
alimentan al alma, que vive añorando, soñando,
con un despertar cada vez más lejano, ante la crecida,
de las labores encomendadas, prometidas, dadas.
Aletargamiento del cuerpo, pero con firmeza ya ganada,
ansioso de sentir a tu epidermis, tersa, muy suave,
vibrar ante el paso de la mano, los dedos, delicadamente,
excitando al cuerpo amado, llevándolo hasta éxtasis,
recorriendo palmo a palmo, cada rincón, cada territorio,
de tu ser anhelante, de ser explorado, conquistado.
Fantasías de un mañana, despertando, ante la complexión,
de los cuerpos desnudos, enredados, amalgamados,
oyendo el acompasado caminar de los latidos del corazón,
tranquilo pero embriagado, por el aroma emanado,
hechizado, por el encanto, de tu belleza ante mí, desnuda,
como consuelo del tiempo por el destino; extraviado.