Escribo de espaldas,
de perfil, de tacón,
de pie y de tutiplé.
Escribo a medias,
entero, a trizas,
curvado, a lo bola,
comiendo palomitas,
en las paredes,
en papel mojado,
en la luna de Valencia,
en Taklamakán,
a la una, las dos en Canarias,
en la no hay dos sin tres,
en las estaciones del tren,
en el inodoro de un juzgado,
en la sombra y en la piel.
Escribo en rigor mortis
con la punta del zapato,
sereno, bebido o fumado,
escribo a muerte
por la vida,
la justicia,
el amor,
la paz sin coz,
sin pedegree o sangre azul,
rojo como los tomates,
clavado a la vida,
sin galones ni medallas,
sin aditivos ni colorantes,
a lo crudamente humano,
escarbado hasta la médula,
metalúrgico del hombre
en su fábrica de sueños.
Escribo sin frenos,
sin riendas,
sin airbag,
sin dirección asistida,
a lo bonzo y a lo diente.
Escribo al suicida,
al muerto de hambre,
al vivo de envidia,
al muerto de miedo,
al triste de alma,
al falto de aliento,
al obrero y su sudor,
al loco y su escarnio,
al mendrugo y su mendigo,
al marica y su chapero,
al chute y su vena,
¡ qú pena, penita, pena !
a la puta y su esquina
y su dolor sin aspirina,
a las alas sin su ángel,
al pájaro no a su jaula,
a la noche y su murciélago,
al mar y sus ahogados,
al que huye mundo arriba,
al que corre cielo abajo.
También escribo a la contra,
con la guardia bien subida,
a la espera de soltar
mi gancho de clavel
o mi crochet de gardenia:
contra muros,
contra rejas,
contra duros y sus guerras,
contra la rima de la bala
con su víctima indefensa,
contra ricos de postín
y el pastel de su fiesta,
contra el credo de unos cuantos,
contra el Dios de los de siempre,
contra el Imperio y su César.
Escribo para crearme y creerte,
para soñar tus sueños
y para que sueñes los míos,
para abrirme en canal
y desangrarme en mis versos,
para arrancarme un poco de soledad
y para espantar mi silencio.
Escribo, escribo, escribo,
como lloro,
como canto,
como amo,
como vivo,
como vivo eso sí,
y en esto no admito
ni críticas ni críticos,
siempre y en sentido estricto:
A MI MANERA.