Ned Nieve

Cazador

 

Simplemente estaba quieto

no miraba

no sentía

el tiempo pasaba sin tocarlo.

Era como si su pelaje

hubiera echado raíces en el suelo

como si la mirada de una Gorgona

hubiera petrificado su alma.

Esa era la postura de un cazador

cuya sangre fría se estancaba en sus venas

y vacío corazón

descansaba un instante.

Era su momento

era la hora de matar.