Simplemente estaba quieto
no miraba
no sentía
el tiempo pasaba sin tocarlo.
Era como si su pelaje
hubiera echado raíces en el suelo
como si la mirada de una Gorgona
hubiera petrificado su alma.
Esa era la postura de un cazador
cuya sangre fría se estancaba en sus venas
y vacío corazón
descansaba un instante.
Era su momento
era la hora de matar.