Mal recuerdo de una tarde
como carne de cañón,
cuando el monstruo anda cerca
y nos pega en el riñón.
Mal recuerdo de los ojos
que dejaron de brillar
hasta que un Dios piadoso
los volvió a levantar.
Inocencia de los chicos,
la confianza aún vivía
pero fue arrebatada
por maldita cobardía
de aquellos que corrompen
y hacen burla del trabajo,
sobreviven empujando
a los otros hacia abajo.
Sin reparar en gentes
mientras sean de su uso,
de mentiras ataviados,
de la ley, su abuso,
sabe Dios cómo es su cara,
sabe Dios que fue la mía,
sabe Dios cómo lloraba
y no deseo su agonía.
El mal sólo se mata
dando flores por granadas,
el tiempo lo permite
si te dejaron el alma.
Pero entonces la llamada
y el recuerdo resentido
que alerta a la conciencia,
que estresa los sentidos.
Se achicharra el corazón
cuando el mal toca a tu puerta
y revuelve en tu familia
buscando carne fresca.
Cuando pasa tan cerquita
no queda tranquilidad,
porque acecha escondido
esperando la oportunidad.
Así sacamos las corazas,
los escudos y advertencias,
así no se vive de veras,
rayando en la decadencia.
Pero así habrá que vivir
mientras no haya justicia,
encerrándonos con rejas
y los chorros por las calles,
paseándose sin prisa.