Saludo a la bella y dulce y tierna rosa,
como eres tú, felicidad, y he venido a verte,
pues el pueblo está muy triste, solo, inerte
y la bruma hiela y siendo tú tan hermosa,
tan llena de vida, te imploro que tengas prisa
y que no dejes, luz de ser, que ruede losa,
no permitas que el sol se tape o se convierta en cosa,
tú vas más allá de la tristeza y te conviertes en brisa,
y andas luego por las casas sordas, lúgubres y mudas
donde niegan el paso a la fragancia de la alegría,
y ni siquiera las sonrisas se asoman; deja que se vierta la sangría
ruin y ruda y que corra por las venas de las negras viudas.
A mí, me surge el tormento por la falta de tu presencia,
suspiro, te anhelo y mejor prefiero la muerte,
por no verme favorecido por tu bendita suerte,
ya que sin ti ¿de qué serviría vivir sin tus caricias y esencias?