Guajira, yo a ti te llamo
y no lo hago con desprecio,
porque fue tu campo recio
también mi nido cubano.
Viví en bohío de guano
conocí de la escapada,
a la pequeña cascada
o hasta la mata de güira,
para imaginar la lira
y cantar una tonada.
Sé de la tierra mojada
y su inigualable olor,
pero también del sudor
del guajiro con su azada,
la camisa almidonada,
toda llena de manchones,
iban tras él los lechones
en busca de su salcocho,
ladraba el perrito mocho
y los otros bravucones.
Aprendí a querer la vida
que nacía con cada flor,
recrearme con su olor
darle en mi pecho cabida,
hacerla mi consentida
como al sol de la mañana
que entraba por mi ventana
o a la noche, en que antes ví
y mi amor también le dí
a una estrellita lejana.
Por ello así te nombro,
más lo hago con orgullo,
pues veo en ti aquel capullo
que me llenaba de asombro.
Al partir maleta al hombro,
guardé en ella mi pasión
y también la inspiración
por la belleza que añoro
es por eso que te adoro
y te doy mi bendición.