Tus manos cual mariposas
con alas de terciopelo,
rozan con fogoso anhelo
mi cuerpo, tan cariñosas,
que me hacen rozar el cielo.
Lascivas y hábiles manos
que acarician mi llanura,
mis montes y mi espesura,
con placeres tan ufanos
que pierdo toda cordura.
Manos que me hablan de amor
enredado entre tus dedos…
tranquilos, sedosos, ledos,
ofreciéndome calor
con el que ahuyentar mis miedos.
Manos que dicen que sí
y que todo me consienten,
manos que escuchan y asienten,
y con fuerte frenesí
mi excitado cuerpo sienten.
Sin bienes puedo vivir
al igual que sin dinero,
pero no sin el esmero
con el que puedo sentir
todo tu ardor hechicero.
Son tus manos vaporosas
de finos hilos tejidas,
cual gacelas desvalidas
o firmes y lujuriosas,
las que a todas mis heridas
curan sin ninguna pena,
y libran mi alma del mal
y alivian mi sed carnal.
Tus manos, hermosa Elena,
son todo un don celestial.