Quien no desea ser aire,
quien no desea ser cielo,
para cobijar con las manos,
a un centenar de luceros…
Quien no desea ser riachuelo,
quien no desea ser mar entero,
que alimenta la vida,
y calma la sed del mundo entero.
Quien no desea ser luna brillante,
hecha de plata y cabellos de oro.
Quien no desea ser sol iluminante,
que caliente fríos corazones.
Somos estrellas en el firmamento,
que brillan; por ciertos destellos
y momentos, que se desvanecen
al llegar la noche, llena de sombras.
Deseando con eternas fuerzas,
pediría ser luz del universo,
y colmar de vida… al mar muerto.
Ser brisa de viento,
que recorra las mejillas
y borre lágrimas finas,
que fluyen del herido sauce.