Vi un ave en la playa
en una mañana de sol
y volví mis brazos alas
para volar juntos los dos.
El ave en suave vuelo
seguía cerca de mí,
parece que le gustó el juego
y se quiso divertir.
Adiós ave voladora
adiós amiga del cielo;
cada vez que te sientas sola,
vuelve y juguemos de nuevo.
Alejandro J. Díaz Valero