" Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que lavándose las manos
se desentienden y evaden "
Gabriel Celaya
Este poema va más allá de mis penas personales,
de mis cirugías plásticas, poéticas,
surge de las altas nieves de mi alma
de los helados cristales de mi conciencia
como un niño comido por el hambre
que mira por los agujeros de la vida
el pan necesario que no llega,
que mira, cara a cara, al odio inmenso
como un condenado a muerte
las hondas pupilas de los fusiles
o las amapolas negras del patíbulo.
Viene vestido de un rojo hemoglobina,
llorando a gritos por las calles
con sus chabolas a cuestas,
con su silla eléctrica para ángeles,
con su hambre de larva subterránea
para comerse las flores a puñados.
Este poema no es un deletreado damebesos
tampoco es un frívolo lamelabios
que falsifique la realidad que me circunda.
No requiere ridículos versos bobiplanos
de los que anestesian el corazón con mariquitas
para evitar el dolor y su homicidio.
Este poema me recuerda a un aquelarre,
a los horrendos relinchos del Guernica,
a la lluvia en llamas en Bagdag,
a un cadaver mutilado en una cuneta de Kigali,
a los hijos suicidas del Corán,
a la mujer sin senos de Ciudad Juárez,
me recuerda el ganglio inflado de una bomba,
la pústula plateada de una bala,
el catecismo sin Dios de los soldados.
Este poema me sale de las catacumbas de las venas,
del zulo cavado en mis insomnios,
de la pena de ser hombre sin remedio,
sin pócimas contra el calcio de sus monstruos.
Me duele como una flecha en el estómago,
como un tumor que avanza en mi cerebro,
como una plaga de erizos en la sangre.
No hay bisturí que extirpe tanto obús
del corazón carnívoro del hombre,
no hay sustancia que apague
esa sed de asesino tan en serio.
Este poema no conoce vendas ni sedantes,
ni baja las rejas de sus párpados
para evitar ver tanto demonio con micrófono,
tanto genocida al volante de este mundo
que es un angustioso funeral globalizado.
Este poema se enfrenta al hacha indómita,
a los Caínes con sus hondas fraticidas,
se asoma imperterrito al absurdo terraplén
por donde ruedan los cadáveres
como bolas de luna y terciopelo
hacia la fosa común de los olvidos.
Este poema es grito y llanto
que me arranca las uñas y los pelos,
que me estrangula el cuello con sus manos
y con sus piedras me tritura hasta los huesos.
¡ Ay, quién pudiera soñar de un solo trago
sin levantarle el polvo a las estrellas !
¡ Ay, quién pudiera abrir las puertas de los cielos
sin ser herido por sus rayos !