Grato a ojos benditos en lo que todo ánimo se suspende
–Está el júbilo diademado de soles–
–Y Deidad bordada de estrellas–
Ciñendo en gajos los fecundos cielos que nos envuelven.
Pero mayor su amenidad cuando se deleitan en espejos
–de vaguedad azulina entre las aguas cristalinas –
–y de verdor edénico entre cumbres diamantinas –
Celando en cristal la lontananza de marinos y terrenales velos.
Y aún mayor su gloria sobre todo lo que sublime ya admira
–Poder ver el divino niño que a sumo bien desciende–
–Como milagro que de Dios a lo terrenal esplende–
Para encender cada corazón inquieto con su lumbre celestial.
Si todos los ojos en su regazo yacen contenidos en virtud,
Y se extasían nacarados preñados de su amor en plenitud
Refrenaremos tanta liviandad y dolor a redondez del mundo,
Y reprimiremos el mal, para felices tañer el címbalo jocundo.
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Propiedad intelectual Lucero Moscoso