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No me duelen
las nevadas
de tus veinte años.
No me duelen
las lluvias
de tus días especiales.
No me duelen
los besos
de tus prisas indolentes.
No me duelen
las caricias
de tus entregas carnales.
No me duelen
los por cientos
de tus límites sociales.
Me duele
todo el fuego
que me pierdo
cuando cerramos
esa puerta
y me encuentro
con la noche
que me espera
en soledad.