Mujer costeña, miro tu amor y no lo veo,
Ecuable entonces es,
tu amor casi lo escucho y no lo oigo,
ese amor tuyo Inaudible.
Y trato de atraparlo con mis dedos,
ya mis manos se pierden en el intento,
Y me rasguño mis carnes por no saber,
cómo hacer que mis brazos te atrapen.
Y me rasgo la sangre por no tocarte,
Y me desnudo hasta el alma y no me ves,
Y, te proclaman mis angustiosas ansias,
Salpicadas quizás por mis tintas cromáticas.
Esas que constituyen de hombre mis hormonas,
Y matizan más mis pensamientos,
E involucran también mis sentimientos,
Y afectan el palpitar de mi corazón.
Entonces me pregunto si me quieres,
Como yo te he empezado a querer,
Sin ser mujer perfecta,
Pero te quiero y eso basta.
Aunque mis manos quisieran,
Aunque quisieran solo acariciarte,
No se conforman del todo,
Pero esperaran que las llames.
Ayer dijiste que me empiezas a querer,
Recuerda que soy imperfecto,
Que te busco no para un rato,
No ser inadvertido a tu angelical alma.
Comprende que lloro como vos,
Comprende que he sufrido,
Y que te amo sin esperar me ames,
Eso dice mi mente, y mi corazón permanente.
Pero estos brazos y manos como convenzo,
De que ahora solo Sutil caricias recibes,
De mis palabras en verso ya están celosas,
Y mi corazón les da calma, que esperen amorosas.
Que hoy aun mis besos son solo pensamientos,
De besos peregrinos de fe hacia ti,
Que petrifican mi lengua,
Que esperara un día un desencanto.
Para invitar a los labios a conjurar a los besos,
Orar por ese encuentro amoroso,
Que deje de ser Sutil,
Sin perder la esencia impregnada de ti.
Y también sufro por controlar y sosegar,
A esos iracundas gotas de amor,
Que salpican mi erotismo,
Cuando a mi oído me susurras.
Cuando me duermen tus palabras,
En esa voz de ese aparato tan frio,
Que deja siempre de serlo,
Cuando tu voz aparece.
Se calman mis dragones,
Se duermen mis huracanes,
Latentes pues las pasiones,
Pacientes vivirán por ti.