Nadie sabe que estoy ausente
Ni sean percatado siquiera que le temo a la vida
Solo hablo cuando nadie oye
Y me callo cuando todos avivan sus oídos para escucharme.
Siento la vida tan poco en esta tarde,
de alegres canticos en las calles,
de una procesión de luces que se abre paso entre mis zapatos encallados.
Nadie sabe de este minuto doloroso
Ni de ese abril que aun no llega
Hasta cuando esta pena que se quema profunda
Seguirán sus pasos oírse tras la puerta.
Nadie sabe de mis días de total llanto
Ni las magnificas horas que se fueron.
Desconcen todos
estas calles, estos zapatos,
esta mirada y este seso.
Tampoco de este barro saben siquiera nada
¡Nadie sabe nada ¡
Anthony Orellano