El no leía ni una estrofa,
Siquiera un verso,
Había olvidado canciones.
De lo que era su cara,
Solo quedaban historias,
De una barba tupida a una perilla rala.
No recordaba sonreír,
Nada importaba,
No trasmitir sonrisas ni alegrar mañanas.
Olores había apostado a perder,
y ganaba aromas en las calles frías,
Que unían los arrabales con residenciales vías.
Lo había dejado todo,
Encontrándose a si mismo,
Perdido en un mar sin nadie siendo amigo de si mismo.
Aun así perfumó su día con alcoholes baratos,
Y me tendió su mano como hace diez años,
Con la sinceridad de ser lo único que tiene para brindar aun.
Y recordó mi nombre que hacia mil años no pronunciaba,
Comentándome que brindó por mi salud el día de mi santo.