Su colchón atiborraba cenizas desnudas
de color purpura desde las mesetas del jamas,
Pintada de pasado con el deseo de sobrevivir.
Su rostro: una comedia cruda sin luna ni sol
entre el frío y la tempestad de sus piernas añejas,
su virginidad con ganas de suicidarse.
Y le duele.
Pero no tanto, cuando un tren humeánte le visita,
la transporta, la sumerge entre nubes rosadas
y la devuelve viva pero muerta de miedo y hecha otra.
la desnuda y la viste de nuevo...
con la ropa que llevaba puesta la noche que llego
atravesando el agujero del conejo que gritaba a sorbos
la violenta epopeya de cruzar la cueva materna.
Y ya no le duele.
Pero el suelo de la colcha y el mueble de la almohada,
se quedan tristes y agobiados del desastre sangroso
del acto que profana, la virtud de quedarse inocente.
Y ahora quiere mas.
Blas Roa