1
Suerte desesperada,
han tapado la boca de la angustia
para que se asfixien sus quejidos.
Murmura ahora la luz en silencio,
repasando los atardeceres
y destendiendo las camas como al sueño….
Que se aproximan las fauces del crepúsculo
con sus dientes de neón y tugsteno brillantes,
para masticar y resquebrajar los huesos de la atención
y salivar la piel dulce de tanto madurar bajo el sol.
2
Destino equivocado, que te han maniatado los ojos,
y puesto a errar tus visiones escaleras abajo.
Te golpean desde dentro la cabeza,
y ya no te parece tan blando el martillo del pensamiento.
Te enseñan la misma tela sobrepintada
compuesta de agujeros planos,
y te envuelven en ella
para que no parezcas desnudo.
Cavas en el frío un cuerpo con las manos,
se desfigura la cubierta,
y se enciende hasta la última de las terminaciones.
3
De las huellas de tus pasos
se levantan los muros del recuerdo.
Con las fibras de tus cabellos hacen las amarras del navío,
te mantienen en la orilla mientras el horizonte se te viene encima clavándote distancias en la superficie.
La llama de la estrella arde en tu frente,
quema el preciado papel,
vuelve cenizas los números,
y los rostros desfigurados por la codicia,
y el roce interminable de los dedos.
A través de tu andar
pasan descalzas las personas sin tocarte,
mostrando sus corazones mudos en fotografías,
para que puedas verlos, y tus propias imágenes
pasan por sus cristalinos sin rayarlos.
4
Persigues la pista de la compasión en una lágrima,
haciendo frente a la tristeza que trepa como el musgo
por encima de tu risa, te asomas,
para entrever como se hunde la certidumbre en las gargantas,
haciendo brotar del fondo el grito inconquistable
que adorna con ruidos las dificultades.
Blanco del presente hacia ti apuntan todas las flechas,
esperando los arqueros del tiempo
a que te detengas en un claro del camino.
Pero tú no te detienes, galopas a lomo de las rocas,
y arrollas los caballos de batalla
descuartizándolos contra el suelo,
mezclando su sangre con el barro.
5
Corres con la velocidad del día que se fuga
en dirección contraria a la que avanzan
los carruajes de los relojeros;
pero el impulso te arrastra devolviéndote adentro.
Otra vez ha de explayarse tu cuerpo,
ya sin matriz buscando desesperado movimiento,
tragándose para salvarse el agua borbotante,
la tierra firme, el aire desleído, el fuego más el fuego.
6
Cuanto el espíritu obvie de la máquina,
provendrá del mismo andar de la naturaleza…
Será todo lo que esté en juego;
el ritmo pulsátil cifrado en cada código
y luego redistribuido,
no estará ya solamente hecho para figurarse a si mismo.
A expensas de un universo abierto y redimensionado,
es el arrastre en la corriente:
Rápido enlace que trota derribando sentimientos,
que golpea con fuerza el corazón,
cual mano de piedra preciosa.
Se queda atrás, y es el destello de lo que fue hace eones,
tronando durante la víspera,
para adornar de fuentes los bosques,
y salpicar de luz vítrea
las plumas, las espinas, y los soles.