UNA EXTRAÑA DAMA
Un día pasando por una plazuela, vi una bella dama
sentada en la acera, me sentí extrañada pues todo
su aspecto nada me decía que mendiga era.
Ante ella paraban unos transeúntes dejando monedas,
queriendo ayudarla. Ella las tomaba y al cielo lanzaba,
con gran desparpajo como si jugara. Mas cuando veía
pasar a un mendigo, presta lo llamaba y esas monedas
riendo le entregaba.
Pensé… será cuerda o acaso está loca. Al llegar la tarde
la hermosa señora fue hasta la calle, la seguí curiosa…
subió a un automóvil perdiéndose rauda, entre tantos
autos. ¡Me quedé intrigada!
Pero al otro día desde muy temprano, me aposté en la
Plaza lejos de la dama.
Igual desempeño tuvo ese día, la dulce señora de la fina
estampa.
Pero por la tarde cambié mi estrategia. Marchando de
prisa donde mi auto estaba, la vi que bajaba a trote
ligero las escalinatas.
Arrancando ella, atrás yo arrancaba hasta que llegamos
a exclusiva zona, con inmensas casas.
El portón se abrió y vi como entraba, pasmada quedé
sin tener siquiera ni mínima idea, qué motivo había o
qué la impulsaba, a pedir limosna, si la regalaba…
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MIRIAM RINCÓN URDANETA.