I
… el himen lo rompió tu muerte
que llegó una tarde, sin quebranto,
-sin quejarse- (entera)
Como un roble
resistiendo la furia.
de ese río.
Ahora pueden gemir mis huesos
y mi saliva,
y mi dedo derecho
y mi ojo ciego:
que te quise en el minuto
en que tu historia
fue truncada por la muerte…
creció entonces el amor
como la hierva
en un campo seco;
floreciendo
mi sexo inútil -entre la maleza-
Y tú estabas ahí, sin hablar, dormida,
estática bajo el murmullo
de mi voz entre cortada,
mientras una prima tuya
y tu madre lloraban.
Ante esa muerte corrí -para anunciarlo-
Ahí estaban mi hermano, mi cuñada
y tus hijos…
pero vocee la noticia con los ojos llorosos
y sin llanto.
Qué susurro de angustia se filtraba,
¿para qué despertarte amor mío?
El camino emprendiste y sin llamarme.
Mande todo al “carajo”…
y en el vino derroché mi pena,
¿por qué?
¿qué importancia le damos a la muerte?
Cuando un cuerpo nos deja
-nada sacude-
El tumbo del desastre se concilia
o callamos el amor -por felonía-
pero tú te alejaste en la hondonada
como un pájaro herido
en los arbustos
y dejaste que Dios ya te encontrara,
¿pero yo…? ¿Dónde estoy yo?
Por eso no empero –otro amor- que no ha llegado
pero sí el adiós que te llevaste-.
Putas han pasado entre mis manos,
de senos firmes
y glúteos apareados,
penetradas, consteladas, amándome ¿no sé?
(por un instante)
Como el soplo quizá
que fue tu muerte.
Para poder explayar
que si te quise
o que tú me querías,
cuando encimabas tu piel
como una lava,
en el ardiente lecho
sin palabras.
…pudo ser la larva del destino
quien secó el horizonte
de los tiempos,
de aquellos en que juntos anduvimos
por las calles cerradas y avenidas
por las tardes de viento
o mañanas soleadas y sentidas.
II
Pero la muerte abriga
y restituye el sosiego,
aquél que quedase ciego
-cual soledad que se obliga-
Pero la vida desliga
todo rencor y coraje
así, nos viste de un traje
en el camino enlutado…
por eso estoy emputado
que este desierto me ultraje.
III
Todo esta igual, tu retrato,
tu voz entre las paredes
como un eco alejado
retumbante y, sordamente
se va metiendo en mis venas…
¡todo esta igual…! Me dejaste
pues la muerte me ganó
la que te acompaña ahora,
la que atraviesa la calle
acogida de tu brazo,
la que te hace el amor
la que te habla al oído
y mientras tanto –no sé-
cómo te dejé partir.
El tiempo no se detuvo
siguió cavando aquél cauce
donde hoy corre mi sangre
desbordando mi coraje…
me quedé solo -y qué-
sigo solo,
mi esqueleto,
agusanado tal vez
porque aún vivo -esta ya muerto-
Me duele que no esté el viejo
con él mucho platiqué,
su pericia ante la vida
me fue abriendo muchas brechas
pero hoy, ni los atajos,
conocen algún sendero
para caminar…solo, solo, solo.
Pero tu muerte sí, supo,
abrirme un escondrijo,
donde lloro así mi pena,
donde me escondo
-me alejo-
Sé que tú no puedes verme
porque ese lugar secreto
esta muy dentro del pecho,
porque bombea tu recuerdo
apartándolo de adentro.
Por eso sé o por lo menos reconozco
que no puedo devolverte de la muerte
ni puedo regalarte
ya mi vida;
tus cosas las conservo
(las caricias tus besos)
Aunque no pueda devolverte de la muerte
a la muerte me encamino
sin medida…
sé bien que llegaré de nuevo a verte
tú estarás igual
yo, estaré viejo
y alegre de volver estar contigo;
nos encontraremos los dos en el infierno
porque la gloria
ni a ti ni a mí ya nos depara.
Sin embargo mi vida es un infierno;
que me busquen
otro hangar cuando me muera,
mi destino es así
arrinconado,
olvidándome de todo entre los libros
ojeando mil poemas inconclusos,
caminar, caminar, caminar sin rumbo fijo…
esa es parte de mi vida
desde que tú te fuiste,
o compartir momentos con amigos
que distracción absurda
y mal sonante.
Simplemente acomodo las piezas del ajedrez
y no las muevo,
es estática mi vida sin mirarte
¡háblame amor…! Como el silbido
que produce el viento en la ventana,
porque la ceniza que fue tu cuerpo
es: mi vacío
y, hasta el borde del dolor me he derramado.
Hay penas que se cobran en la vida
y yo estoy pagando… el malevaje
en mocedades, mujeres y el vino
y tú… no sé si sabes que te busco
y yo no sé si esperas encontrarme.
IV
….no puedo devolverte de la muerte
ni puedo regalarte ya, mi vida,
sí… lo mío se llama: despedida.
Ya no pude al suplicio detenerte
(dolor, de tu muerte que es mi muerte)
Coagula silente ya mi herida
no encontrando este mal una salida
al presente infernal que ya se advierte.
Me deglute callada así tu ausencia
tu sombra me persigue, me acompaña,
en la noche me acosa pide audiencia
ese insomnio voraz que desengaña.
Porque tú no estás, es mi demencia,
mi locura quizá –que así me engaña-
V
Pero el mar. Aquél mar. En el inmenso oleaje de la tarde
de esa tarde abnegada
y
poca brisa…
en ese exorbitante mar
allá en Tecolutla Veracruz,
en ese taciturno momento en que mis hijos y yo
(nosotros tu familia)
Lo que dejaste atrás, la que aún vive
y vive en tu recuerdo noche y día (y) noche y día muere por tu ausencia.
Nosotros los de entonces lo que somos ahora
y queremos ser -por el pasado-
que tantos ademanes fue dejando, raíces de los arboles desgajados o tierra removida por los años,
nosotros, ojos sin lágrimas, gemidos silenciosos ¡¿nosotros?! En el asombro de esa tarde
colmados de tristeza depositamos tus cenizas
sobre las olas de aquel mar
-ahí te dejamos-
Neptuno está feliz de recibirte contento de tener otra sirena...y nosotros, cabizbajos y sin habla
y nosotros mirando tu retrato, guardando sigilosos ya tu ropa, nosotros los de ahora -tu familia-
mutilados por la falta de ti por estar solos.
Ahora ya…dispersos no te miento
cada quién ha tomado su camino, no sé si la muerte me avecina pero sí, es la soledad la que se arrima.
¡No puedo devolverte de la muerte ...
ni puedo regalarte ya mi vida…!