Hubo una vez en la que salí del nido, sola y sin destino;
Y no le tuve miedo a los volcanes, a los torbellinos…
Tenía el pecho abierto y el alma inmaculada
Las manos brillantes y la mirada alada…
Caminé entre las gentes sin medir sonrisas
Y aunque poco, brindé lo que tenía, sin prisa…
- Pero los huracanes de las bocas de las gentes
No condecían con lo que les pasaba por las mentes.
Y sufrí el desconsuelo de las ilusiones heridas.
Más de una vez, me llegué a dar por vencida,
Comiendo el pan dormido de la soledad;
Regalo de los faltos de candor, que no sabían amar…
Pero recia seguí, con mi brisa desgarrada;
Ya no di por mí, ni por todos en la nada,
Y acumulé desafíos en cada noche solitaria,
Por alimentar el sentido de las rutas ordinarias.
Ahora soy libre, y vuelo a pesar de todo el desvarío:
Mi corazón no le teme a escalofríos, a pesar de no ser mío…
Aunque esté descalza, no le temo a las piedras del camino.
Con gusto pago el precio de los sueños,
Porque sé a ciencia cierta, que todo nos cobra algún empeño;
Mas no le temo a la renta regia que el tiempo nos obliga,
Y saboreo el veneno de mis días, brindando por la vida…