ALVARO J. MARQUEZ

FELICIDADES NOVIA

"Siempre el amor fue esperanza cierta,/ pero a veces el camino se le cerró/ y algunos dejaron su puerta abierta,/ pero nunca tú… pero nunca yo…".

 

Estaba allí, muy hermosa frente al altar,

era justo la hora de las eternas promesas,

donde sólo de emoción es permitido llorar,

viviendo el que suponía el mejor de sus días,

mostrando sólo el color de sus alegrías

y ocultando el cielo gris de sus tristezas.

 

Yo estaba en la entrada observando callado

porque observar era todo lo que podía hacer,

en su ceremonia no estaba como invitado,

podría decir que ni siquiera como amigo,

me sentía sólo como un silencioso testigo

de algunas cosas que estaban por suceder.

 

En algún momento sé que notó mi presencia,

muy nerviosa como todas las novias se le veía,

tenía que dejar ante los asistentes la evidencia

de que era muy feliz... feliz a más no poder

y que supieran todos que a ella como mujer,

le había llegado al fin el que era su gran día.

 

De sus ojos salían lágrimas, lógico me pareció,

que lloren las novias siempre ha estado de moda,

pero sé que el sacerdote que oficiaba no preguntó

si era sólo por la emoción que ella lloraba tanto,

tal vez ella una excusa dio para justificar el llanto

y no permitir que aquéllo le arruinara su boda.

 

Terminó la ceremonia, vino el beso, todos aplaudían

y ella y su muy feliz esposo se confundían en abrazos,

“que sean muy felices” y cosas parecidas les decían,

es cierto... era ése el día más importante de su vida,

él convencido de su amor y ella quizá convencida

de dar vestida de blanco, el más triste de sus pasos.

 

Sé bien que lo hizo como una desesperada solución,

tratando de olvidarme se buscó pues, un sustituto,

para su fortuna ningún invitado escuchó su corazón

porque sin duda habría sido toda una contrariedad,

a él a leguas se le podía notar mucho su felicidad

y ella en cambio, con nada podía disimular su luto.

 

Afuera de la iglesia, a muy poca distancia la vi salir,

entre aplausos y sonrisas y miradas muy emotivas,

hay momentos que algunos no quisiéramos vivir

porque es como caernos sin remedio a un abismo,

me di vuelta y ya resignado me dije a mí mismo

“ése es el destino Álvaro, aunque lo esquivas”.

 

Subieron en su auto los “dichosos” recién casados

y yo aún con tanta gente creí escuchar tu voz...

Volteé de nuevo y te vi mirar muy ansiosa a los lados

y llegué a creer que quizá entonces te preguntabas

si estuve allí tan sólo para ver cómo te casabas

o fue que acudí a la iglesia para decirte adiós.