Un cigarro malherido en mis dedos...
El arte del brujo que dió su vida
bajo el iris de mis ojos
y el arpa del rincón deprimido
por el estado de ánimo de los dolientes.
Un sorbo de coñac y la serpiente
cruzando el crespón negro de este pub
que perdió la vida porque así se lo pidió
el último registro de besos.
Un cigarro muerto, con hilo de humo muerto;
y el embrujo que se prolonga -lentamente-
por los agujeros de mis venas.