"Nuestra historia después de terminarla/ me ha provocado escribirla./ Triste tal vez por recordarla,/ nunca arrepentido de vivirla".
Señora, deseo ahora hablar urgente con usted,
aunque sé que no somos mucho de hablarnos,
tal vez sienta que será como hablarle a la pared,
pero fíjese usted que justamente en este día, hoy,
tan necesitado de hablarle me siento que estoy
asumiendo el riesgo de volver a disgustarnos.
Hoy estaba haciendo un ejercicio de memoria
sobre algo que vivimos usted y yo algún día
y me vino de pronto a mis recuerdos la historia
cuando en un lugar donde suelen verse amigos,
la gente inadvertida y yo fuimos reales testigos
de algunas cosas que usted, acompañada hacía.
Su acompañante no era, lo sabemos, su marido,
para ser sincero usted se veía a su lado mayor,
pero esa diferencia de edad no había impedido
que se abrazaran y besaran de esa forma tan loca,
parecía que se intercambiaban de boca a boca
cualquier prejuicio de esos que tiene el amor.
Recuerdo que me contó, -ser sincera fue su virtud-
que en todos los amores que por su vida pasaron,
había un factor muy común que era la juventud;
su relación con este mozo tiene sus emociones
y tal vez hasta le canta pero ojo... esas canciones
son las mismas que a su hija tanto le gustaron.
Yo en verdad creí mi hermosa y elegante señora
que ese desliz suyo con él había llegado a su fin,
pero vea que estuve sacando conclusiones y ahora
hay algo aquí que me molesta mucho, soy sincero...
y es que al parecer su acompañante es jardinero
y tiene flores juntas que no deben estar en su jardin.
Es el mismo individuo que vi con su hija caminar,
que yo no dudo que muchísimas cosas le prometa.
El mismo que dijo que sí con ella frente a un altar.
Prefería ser discreto pero la verdad lo debo decir,
hay determinadas cosas que no se pueden concebir
en la vida de una señora como usted, que se respeta.
No me opongo a que haga lo que quiera con su vida,
es usted muy dueña de tejer como quiera sus redes,
pero hay algo muy importante que omite o que olvida,
que su hija, esa mujer que es honesta y que es bella,
no puede escribir una supuesta historia de amor de ella
si aún no se ha terminado la que escriben ustedes.
El pecado está allí y sabemos que es muy grave,
un secreto a gritos que entre usted y yo quedó...
pero aunque nadie opina porque nadie lo sabe
y aunque ahora mi propia opinión nada resuelva,
yo le pido a usted que recapacite y nos devuelva
esa hermosa oportunidad de amor que nos robó.