A falta de originalidad
sujeto el vaso de whisky con aspas de hielo.
Afuera se guisan los niños a golpes de metralleta:
nunca entenderé por qué somos tan predecibles
ante las angustias de nuestros semejantes.
El fuego cruzado se escucha
en la palma de tu mano derecha,
esa que sabe perfectamente los pecados
que comete la izquierda.
Berrea el horizonte estrofas sin carmín,
sin guiones made in France,
ni lazos cervantinos…
Ojalá dentro de mil años podamos mirarnos a la cara
sin tener que exhalar fingimientos, sangre de inocentes
o billetes marcados por la secreción.