Ya no somos, ni tú, ni yo, ni la catarata
Y estás a espaldas de Iván y al frente
en todo el verde que quisiste
y que no tengo, ni tenía.
Eres de noviembre esta muerte
y el sentimiento de dos días.
Llueve y el soplo de la tormenta
es la memoria de la poesía giratoria
que siempre, a ti, vuelve
para irte desperdiciando en el olor de la vida.
Llueve sí y ya es diciembre
terriblemente nos deja
como tú
sepultados en su vertiginosa estancia corta.
Endeudado no,
sonríendo la pedacería.
Desperdigado no,
indagando la cremación que te clausura.