Cuanto dolor en el alma,
la sangre y el cuerpo mudos,
silencio a silencio, sin palabras tuyas,
cae mi tristeza sobre los mundos.
He de aferrarme a mi afán,
aunque me cueste la aurora,
aunque me quede sin pan,
por las palabras que imploran.
Que tus ecos me acompañen
por los caminos de azahares,
prefiero oír tu voz que mil manjares,
o escuchar heroicas campanas que tañen.
Cuanta dolencia en el pecho
que cae por las veredas del llanto,
a veces quisiera morir en el lecho,
que vivir sin tu voz de encanto.