El rostro de la palabra ya no los mira,
hace tiempo no los ve.
Una caricia de voz retumba,
se apaga de ausencia.
Es la piel de la poesía que se les muere.
Sienten frío.
Frio de ellos, aunque no lo saben,
y mientras el tiempo grita a unos relojes
que cesen de llorar...
dos abismos se despiden.
Es solo un adiós.
Un adiós como el de tantos.