Mueve sus piecitos
en el vientre embarazado
anunciándole a su madre
que el mundo está salvado,
ella no comprende
pero el cielo está en su cuerpo
envolviéndola completa
por afuera y por adentro.
Cuando la espera se acaba,
aunque no hay cobijo y lecho,
se enciende una estrella
que parte de su pecho,
y entre los animalitos
que reciben su existencia
esa estrella llama al hombre
a acercarse a su presencia.
Ante Él se dobla el alma
de los reyes y pastores,
la rodilla y lo creído
del amor y los amores.
Quién pudiera en un niño
imaginar llegar a un Dios!
tan humilde, tan carente,
tan igual a vos y yo.
Pero el misterio hermoso
que los hombres no comprenden
es que es en lo pequeño
donde todo se engrandece,
y ese niño allí nacido
con María y con José
es la clave de este mundo,
la razón de toda fe.