Dime tú, si no quién más,
cómo es que la mañana
de cristales blandos se baña
y no se pretende cortar.
Dime tú, si no quién más,
cómo es que los cristales
blandos y fugaces se acongojan
en las hojas de ese azahar.
Dime tú, si no quién más,
por qué el vapor de la piel
se mece y estremece
si se dedica solo a claudicar.
Dime tú, si no quién más,
cómo es que me he perdido
en este mar de cristal y azahar,
donde mi vapor no es
mucho más que sal.