Se estiró, arqueando tenso el lomo
para luego lanzar lúgubre aullido
la luna filtraba rayos desvaídos
convirtiendo lo afilado en romo
Dio varios pasos, dolorido
buscando a Selene con deseos
resoplando, la lengua en siseo
en la tibieza del aire corrompido
Se detuvo a la orilla del pantano
pestilente en su fosforescencia
oteando presa, dejando la querencia
atrás el bosque, trotando con desgano
A lo lejos, y ya medianoche pasada
el pueblo dejaba ver la aguja de la iglesia
dirigió hacia allí su pelambrera recia
anhelante de sangre turbia y trasnochada
La campanada solitaria de la una
lo vio pasar escondido en la penumbra
la selva negra recordaba en el la tundra
la nieve blanda, la hambruna
Alzose en dos patas cual persona
venteando el ocre olor del ser humano
la sangre esperada y no en vano
el placer de la tarascada quebradora
Atisbó las calles con sus veredas pétreas
y vio salir disimulado, bulto escurridizo.
Pronto sus zarpas y colmillos, sin aviso
degollaron a la presa en mandíbulas férreas
De súbito, por las esquinas apareció la turba:
palos, hachones de luz, guadañas y cuchillos
con el odio en los ojos, la venganza en los bolsillos
buscando su muerte en la noche nubla
Fue acorralado en callejón tapiado
sus patas traseras rasguñando la madera
blancos los colmillos de la fiera
el pecho tamborileando alborotado
Mil golpes no cejaron en venganza
destrozando hocico, reventando intestinos
muriendo el lobo a manos del destino
de la turba humana en acechanza
La lluvia en madrugada, en los albores
lavó de la piedra la sangre de agonía
y de esa forma, al nacer el día
nada quedaba, sólo los rumores
que hicieron de él figura legendaria
un lobo que más que animal, era un hombre
que al ser muerto se transformó y tomó nombre
cual lo dice una piedra funeraria