Siento que por dentro se me quiebra
y se me desarma en mil pedazos
el cristal de tantas promesas
que por las noches he llorado.
Siento en los caminos de mi prosa
un cielo gris desmoronado,
y todo lo que mi poesía toca
se rompe en el vacío de mis manos.
Y cae uno a uno cada verso
en la inmensidad de una lágrima,
niño... si quieres huir vete en silencio
y no me busques la mirada...
porque entonces podrás descubrir
el amor que te he ocultado,
y todo lo que causaste en mi
lo reflejará sin más en un te amo...
y allí mismo querrá entregarte
este corazón que ya te pertenece a ti,
envolverlo en sueños y olvidarme
de que tú nunca fuiste para mí.
Arrogancia mía será quererte así,
en la tentación de lo imposible,
desgarrada por las cuerdas de un violín
y por la lluvia de mis ojos tristes...
que sólo desbordará... al verte sonreír...
en la lejanía de dolor y deseo
donde tu mirar llega siempre por las tardes,
para anudarse con suspiros a mis sueños
haciendo que no quiera despertarme.
No, no quiero verme dibujándote...
¡no! ¡no quiero!
una triste sonrisa en la cara,
si ante ti dejo a mis anhelos
descorrer el velo de mi alma.
Y será entonces, sólo entonces
cuando te perderé para siempre, te veré alejarte...
y se hará cenizas tu nombre
en la melodía de aquel piano... que solía inspirame...
y que encendió todo dentro mío,
como un lucero en mis horas perseguidas
que cruzó por mi cielo nocturno y frío
llenando lo que contemplas con mi vida.
Pero te escurres entre mis dedos
en vuelo templado de alondras,
donde a ti de a poco te pierdo
amándote todavía... entre lunas rotas.
Ceci Ailín