Te dejare un tiempo a solas con tu conciencia, mientras bebo nuestras penas en el desván, poco a poco te habrás de dar cuenta que te quise y que como yo nadie te querrá.
Y si de pronto ves el alma, de este pobre hombre que te quiere, vagar por el mundo esperando tu alegría, borda con tus manos la frazada de ternura y llévasela a su tumba para que descanse con locura.
Ahora le cantarle al cielo tu nombre, y caminare sobre océanos de felicidad, pues soy tu ángel de la guarda, el que jamás te va a olvidar.