Hemos estado ambos tristes
tu de estar muerto
y yo de verte sin vida.
Hemos estado ambos tristes
cada quien mordiendo el silencio
yo para no enseñar mis lagrimas
y tú por tu ausencia eterna,
con las penas colgadas de los días
con las batallas perdidas desde siempre,
con nuestras miradas apagadas,
miradas hechas de la misma sangre,
sangre de este vástago bastardo
que aún no llora tu nombre
por miedo a quedarse atrapado
en aquel castillo de tristezas,
soledades absurdas de un pasado.
Hemos estado ambos tristes
tu de mi desde donde nunca nadie nada
y yo de ti desde ayer hoy y mañana.