Apenas unas horas de empezar un nuevo día,
era un bello amanecer con un radiante sol
cuando aves de rapiña, ¡saltaron como hienas!
y de un zarpazo hicieron al mundo estremecer.
El mundo vió a los buitres salir de sus guaridas
y los vieron atacar con garras despiadadas,
a dos aves inocentes que solo habian tenido
la virtud de cautivar y de ser admiradas.
Fue un horror, que jamás habíamos visto,
era algo increíble, semejante a un infierno
porque fueron sus llamas, una vista dantesca
y lloramos de espanto ante tanta maldad.
No podemos negar, que fuimos sus cautivos
porque en toda la ciudad, ellas eran las reinas
y todos las lloramos desconsoladamente,
cuando hirieron sus entrañas, sin ninguna piedad.
Todos nos sentimos llenos de pavor,
al ver como caían, heridas de muerte
y el dolor todavía era aun mas intenso,
porque ahí perecian, seres inocentes.
Loor a todos esos seres, policías y bomberos
que entregaron sus vidas, para salvar a otros
sin pensar un segundo que ellos también tenian,
a quienes, esperaban por ellos, su regreso.
Ellos se despidieron de los seres que amaban,
tal se despide el alba, al comenzar la luz del sol
solo que el alba vuelve, en todas las mañanas
pero ellos se fueron para nunca volver.
Ese día al recordarlo, caerá siempre alguna lágrima
porque jamás perecerá, esa imagen en nosotros
y quedará impregnado en nuestras mentes,
aquel once de Septiembre, que jamás se olvidará.
Lidia