Acaeció que estoy agotado de
sacudir con mi poca cordura
en el día a día que parece
más noche por su negrura,
las muchas telerañas
de antaños empolvados y
entreverados maldosamente,
que fueron entretejidos por las más
negras de las arañas del pasado.
Arañas que se niegan a perecer,
que no dejan de brotar
como las termitas que carcomen
cada ansia que en la dureza de mi aridez
batalla incansable y férrea por seguir de pie.
Arañas que se niegan a perecer
como las goteras que
vierten aflicción desde el
techo de mi corroido corazón...
Acaeció que todo se derrumba y
me lastiman las columnas de la fe, pero
acaeció también que todo trato de sucumbir
hasta que llegaste tu, mujer,
que eres elixir más que mujer.
Rocía sobre mi más de tu ambrosía, te lo pido.
Se mi pilar y déjame convertirme en
tu humilde y
perenne bastón...