Eduardo Urueta

Diría Lorca, Sor Juana, Girondo, Pizarnik

Poemas al Metro de la ciudad de México

 

¿Será sólo un tren?

 

 

Expresaría García Lorca:

 

Es un topo naranja, hecho de hierros, de venas eléctricas

“pero a veces tiene los pechos nublados”

sus pechos que dejaron hambrientos a los asesinatos de un día corrido.

En mil novecientos setenta, los ojos de la ciudad vieron pasar, por sus venas,

una cabaña que se movía, era una niñez de un negro,

la alegría de la ceniza y el perfil de los edificios.

Yo viajé ahí dentro

y yo era una hormiga

un puñal para el hueco subterráneo.

Fui enroscado y atrapado por el cuello de marfil

fui nocturna luciérnaga fugaz

una cabellera de caballo

y un cristal que se rompía.

También rocé serpientes grises y grasosas

con mis pies que eran ruedas domadoras del camino

y quemé mis labios en la aceituna del asiento

y todo olía a gasolina en mil novecientos setenta.

En mis novecientos setenta los cocodrilos tomaron las avenidas

y repartían su escama turbia a las muchedumbres.

Yo ví en mil novecientos ochenta y cinco

como si una fusta hubiera estado detrás,

todo el tiempo vigilando el paso del gusano, como afuera de él morían

pero ninguno murió ahí dentro

porque también, teñido es de pierna segura y de arena suave.

Río de la anatomía tomaba sus aguas de carne humana

y el prodigio de enorme cólera fue una dinamita hilvanada a millones de obreros.

Tú venías dentro del tumulto y reconocí tus ojos

tu fórmula de veneno bosque

en que me extravío.

 

Expresaría Sor Juana Inés de la Cruz:

 

Feliciano va llegando cansado

rendido del pie bien puesto en azules.

Diviso en sus ojos que ya trae luces

que activa y pasiva, ya le ha dorado.

 

No es tormento ni fatiga de nardo,

se enriquece diario de aquellas cruces,

balancease el que del agua no es buque.

Y a mí acerca sus pies cafés, barro.

 

Serena recibo su pago del día

su pundonor es víctima de cura

cuando correspondo a que él sonría

 

y me dice que siente como tuna

su agravio que antes no siempre accedía

y ahora es mortífera en cuerpo de bruma.

 

 

Expresaría Oliverio Girondo

 

 

Que venga a buscarme en este barullo,

su hálito cúbico de voz clórica,

el remolino onomatopeyico de luz,

Que venga por mí nervudo

a levantarme

Que me pinte, a ver si puede,

de blanco

y me deje albugíneo de rieles.

Que venga por mí, y mi niño matemático,

osado de sí.

Que venga pero que no me despierte

ni con su ruido ridículo

ni con su riel rosado.

Que venga el ferrocarril moderno

ostentando su velocidad

sin sobriedad, si es que quiere,

remolcarme en el desierto,

si es que quiere,

volverme páramo cítrico,

ácido bucólico,

un vacío glorioso.

Que venga, pues,

que ya masturbe mi brazo

y mi sonoro estómago

hambriento

que dé piscolabis

con su vianda de endriago pictórico de gelatina.


Expresaría Alejandra Pizarnik

 

El camino a la muerte es naranja

yo voy a reconocerlo

el día en que la soledad 

habite ese último suspiro,

mis pies helados.