Tras nuestras espaldas,
bajo el peso de nuestros cuerpos
la nívea superficie,
sobre ella se dibuja la silueta
de unas piernas que atraen mis ojos,
mis pupilas viajan,
el calor lentamente abraza
la nieve del lecho
y lo recorre de punta a punta,
de los pies a tu pecho,
de tus labios que ahora dibujan mi espalda
al volcán que en segundos
siento bajo mis formas.
El lecho se retuerce de gozo,
nuestros ojos se cierran,
ya no vemos
o sólo lo hacemos con las manos,
que intentan no perder de vista
cada palmo de piel
o con nuestros corazones
que insolentes, escrutan el fondo,
el lugar donde el placer
se acerca al éxtasis
o con nuestros labios,
que de tanto mirar al profundo abismo
nos elevan a la cima del sexo.