A los árboles de copioso verdor;
Al follaje de risueño esplendor;
Y a la vida que derrocha color.
A las plantas de exuberante belleza;
A la gran sublime naturaleza.
A la que socava la tristeza.
A la vida, inmóvil y eterna;
A la grandiosa semejante a Lucerna;
A la que nos saca de la horrida caverna.
A los bosques de frondoso espeso;
A los matorrales de espinosos besos;
A aquello que nos da poseso.
A los arbustos que decoran elegantes;
A las hierbas que son tan abundantes;
A la soberbia acompañante.
A la arboleda de profusos ramajes;
Al pinar que oscila salvaje;
Rindamos sincero homenaje.
¡A ti, mí querida Natura!
¡A vuestra excelsa dulzura!