Estiércol, más estiércol sobre las sábanas, pero iré a la noche justo al doblar la cuadra.
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Nuestros cuerpos se inmortaliza: el mío contra la pared con las piernas al aire alrededor de tus caderas, el tuyo frente al mío penetrándome.
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No se nos están permitidos los moteles, ni los parques, ni los asientos traseros de los automóviles. Solo la pared de nuestra cuadra.
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Solo tenemos un callejón sucio y desolado inmerso en la oscuridad. Y la certeza de que el Amor nos era infiel y que nunca nos fue correspondido.
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Nos vimos esa tarde en la calle, tú de la mano de ella, yo de la mano de él. Sonreíamos: una expresión que nos era ajena que le ofrendábamos solo a ellos.
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Y ahí estaba nuestra pared esperándonos, la única verdad de nuestra historia a la que fuimos fieles.
Nadie tuvo mi sangre ni nadie, tu signo.
Ambos conjugándose.
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Nuestro amor era una pared.