Un dulce atardecer de versos
camina hacia el crepúsculo de mi vientre,
sierpen las cosquillas del anhelo
por los senderos de la fiebre
con orfebre conquista del te deseo
y la yema de los dedos abriendo pieles.
Florecer fundido en la luz del temblor
que convulsiona en dos para latir en uno,
apretando puños dentro del corazón
suspirado el sabor de lo bendito
entre pasadizos y olores a la vida,
entre la saliva que derraman los latidos.
Perfumes en piel de la infinita luna,
gotas de fruta recorriendo las piernas,
manos sirenas broncean de temperatura
la desmesura que vino vestida de viento
con paso lento y la eternidad en su montura.
Esencia