En mi cama navega un túnel de recuerdos,
su salida es la curva de un beso azul.
Hay tantas penas estancadas en mi bolsillo,
que no encuentro el olvido de trenes y piedras.
Sube la marea de una lágrima callada,
baña las costas de mis noches de otoño,
corren hojas secas por mi canción triste,
la radio le canta a mi silencio arrugado.
Tu almohada refleja tu corona de olas,
mis manos de viento soplando tus mares,
pero la tormenta ahuyenta el delirio
y la nada acaricio sobre tu almohada.
He llenado mi copa con la noche vacía,
para embriagar mis pasos que tiemblan olvido;
llegar perdido a la sombra del pasado,
exprimir la botella de inviernos con grietas
y morirme en la acera que pisó tu adiós.
La noche me acompaña con tu aroma fugitivo,
se esconde en la sábana tu húmeda ausencia.
Te traje una rosa sedienta de aliento,
la robé de un jardín al lado del alma;
se la pongo a la piel de tu silueta
y le nacen raíces que entierran la brisa
en la oscura verdad que mata mi ensueño.
Y tu cuerpo viajero se llena de bosques,
se llena de todo en medio de nada;
se llena mi alma de tanto vacío,
se llena el vacío de tantos recuerdos.
En medio de nada estás a mi lado,
quedé encadenado a perfume de huellas.
Desnudo la ausencia que toca tu piel,
te veo en la esquina del pasado sombrío
con el color de lluvia que muere en la calle
y ahoga esperanza que va en declive.
Tú te fuiste en el aire con alas de agua,
me dejaste la tierra de infértil regreso;
no retoña tu voz de silencio nocturno
ni el teléfono timbra alguna mentira.
Te fuiste de mi lado y quedaste conmigo,
como el agua del río que corre y se queda.
Copyright © 2011 José Luis Calderón