Escribiendo tus ojos
olvidé la tinta del esmalte de la tarde,
entre el aleteo danzante de las hojas.
Escribiendo tu cabello
tinturé el cielo de las aves herrantes,
dibujé el llanto de las nubes viajeras.
Escribiendo tus labios
el verano dió fruto en el árbol estéril,
la mañana sopló en el corazón de la noche.
Escribiendo tu voz
al sueño del poeta le nacieron raices
y la vida en fuga regresó a su cárcel.