Entre lo dulce de amarte,
y lo amargo de olvidarte,
hay un camino de largo recorrer;
es un camino,
de rosas y de espinas,
que alegran y lastiman
al amante corazón.
Pero mientras dure
el encanto de quererte,
jamás podre perderte,
mi tierna devoción;
y si acaso llegamos al final del camino;
y me exige el destino
que te tengo que olvidar…,
será para mí, el peor de los castigos,
me volveré mendigo
de sufrir y de rogar.
Por eso yo te pido,
amor de mis amores,
mi dicha y mis dolores
no me hagas padecer;
tú has hecho que mi alma te amé,
te llame y te reclame
en cada amanecer.
Por eso nunca obligues,
a que te deje y que te olvide,
si mi alma no decide,
jamás ha de poder.
Si tu encendiste el fuego,
ahora yo te ruego,
no lo dejes extinguir…
Para que nunca muera,
aliméntalo de besos,
abrazos y caricias,
las más dulces delicias
de este corto vivir.