Cuando te vuelva a ver voy a fingir tanta indiferencia, pero tanta indiferencia, que vas a pensar que, de veras, no fuiste nada en mi vida. No te daré el gusto de ponerme nerviosa, o parecer molesta, mucho menos dolida. Te voy a saludar con sorpresa de encontrarte y cierta alegría, fingida, por supuesto, porque por dentro… por dentro me estaré muriendo.
Te preguntaré cómo estás, cómo va tu vida, pero todo muy normal, como si verte fuera lo más cotidiano e insignificante del mundo. Ojalá ese día este linda, con una ropa que me asiente, para que te duela la vista, el cuerpo y el alma al verme. Qué satisfacción sentiría si te pusieras nervioso: sudaras, se te enredara la lengua, en fin, todos los síntomas del clásico: ¡guao, no puedo creer que seas tú! Cuando preguntes por mis cosas, te diré que todo bien, pero sin exagerar, que todo sea creíble y de paso quitarle toda importancia a tu ausencia. Quisiera que el recuerdo de volverme a ver, se te quedara para siempre grabado, y así sufras el resto de tu vida por haberme perdido.
Y que nunca, nunca, notes en ese encuentro lo mucho que planifiqué, tal vez unos pocos minutos de vernos, porque que pienso en ti, es lo único que no puedo permitirme demostrar ese día.