Éste viaje, al que impele la conciencia,
éste anhelo, de amor incomprendido,
que reduce el corazón a la impotencia,
entregando el sentimiento en lo vivido.
Muchas veces revestido de inocencia,
extasiado en el momento transcurrido,
se detiene y se quebranta su existencia
y en lamento, se convierte su latido.
Es el precio de vivir en consecuencia,
cuando llanto, con tristeza ha vertido,
la humedad, fustigando a la vivencia,
la palabra, ahogada en un gemido.
Esa pena, que le impone su presencia,
la que obstruye a la dicha el recorrido,
la que carga en permanente penitencia
y le impide abandonarse en el olvido.
A su paso el corazón guarda experiencia,
palpitando, en cruel ritmo, constreñido,
si algún dolor llega a minar su resistencia,
es el valor, quien reorienta su sentido.
En el sendero en que se forja su herencia,
en la esperanza, todo obstáculo es vencido,
las huellas del amor, hicieron la diferencia,
tendido al sol, hoy descansa complacido…