Amigo:
en estas horas donde no sé dónde estás
tengo la certeza de que me acabo la noche pensando en ti.
Que estás retrasando mis ojos cerrados
y te acaricio en la oscura e íntima sabiduría
de la soledad en pie.
Te escribo para rasuñgar la distancia difícil
y acabar de una vez por encadenarnos
en un cuaderno.
Yo, amigo tuyo, simplicísimo,
nocturno en la noctura.
Tú, no sé si amigo mío,
de timbres dulces, vivísimo en el silencio.
Los dos hemos tenido la misma gota en la cabeza
sin darnos cuenta.
Hombre volador
no sé si eres nube o albatros
por blanco de aveces
y largo de otras.
Tu idioma de mar,
el ámbito de antaño,
otrora tus ojos sanos, de cauces congelados.
Quiero que me hables de tus letras que escribes para ti solo
de tu libreta en el oído de las hojas
que ni tú oyes.
Quiero, tentador amigo, proceder al amor
con arrugas en las manos.
Quiero fracasar en la catarata
y anunciarte que no moriré sin confiarte
que viví pensando que tú siempre
tenías el luto necesario y justo
para mojar la mejilla
que ahora se resiste a la sed, por ti.
Anunciarte el malherido remo
que anega la postura
de ir moliendo la piedra.
Amigo, eres un poema difícil,
desde el claroscuro de la idea
hasta la fatalidad del fin.
(6 Septiembre de 2011 )