Dama compañera entre los mares de la agonía…
Repartidora de sueños, conectora de amantes…
Ilustradora de pensamientos incomprendidos…
Creadora de cuentos, de amores perdidos…
Dulce sensación de luna creciente en mi ser…
Caminas por las calles, por los siglos…
Cuentas leyendas que salen del alma…
Narras mi vida, y la de cuantos amantes te hayan querido…
Eres la noche, las estrellas que bailan al pasar de las horas…
Eres cada faceta de la luna, cada ocaso con unos ojos anclados en el firmamento…
En ti yace cada beso, cada caricia oculta por la noche o por la muerte…
Protectora de la llave al corazón de cada persona, de cada ser viviente…
Cuantas veces en ti no me e acurrucado…
Como en el nido que me protejo de la fría soledad…
Cuantas veces no te e buscado entre las nubes, y cuando no te hayo te busco en el mar, en los pastos, en la mirada de cada ser…
¿Cuantos como yo no se han apropiado de ti?, te han echo el amor con pluma y papel…
Con tinta y maquina, con la mente incrustada en el corazón…
Y todas las noches me pierdo en ti, cuando te encuentro…
Y todo el día pienso en ti, como en ella…
Y cada segundo te tengo en la memoria, gravada en cada neurona…
Me e vuelto adicto a tu magia, a tu seducción, a tu pasión, a todo lo que te envuelve en misterio y ala ves, en esa claridad de cristal…
Hasta el día que me muera te buscare, y cada que te halle te are mía, tan mía como lo e echo hasta hoy…
Como el músico, te hace en su instrumento predilecto…
Como el pintor te hace en cada lienzo, en cada sueño…
Como yo te hago en mi vida, pues tú eres mi vida…
Es solo cuando te hago mía, que mi alma vibra...
¡Tiembla!, como el mar tormentoso, como la luz tiritada de los astros…
Es el único momento que mi pecho se ensancha como globo...
Pues es solo cuando entre lazo mis dedos en ti, que tiemblo como cuando la tengo entre mis brazos...
Solo cuando me escurro como la noche entre tus sabanas escritas por seres de otro siglo, y siento ese ardor en mi centro, esa mescla de colores en las entrañas…
Es ese momento en que te amo, te hago mía y dejo de buscarte…
Para después, como adicto, como enamorado empedernido de tu perfección, te busco…
Y te busco una y otra vez…
Entre tus viejos amantes, los habidos y por haber…
Entre ellos me incluyo, ¡con orgullo!
Mi bella dama Centelleante de vida y amor…
De realidad e imaginación…
Mi adicción a ti no mata, me da vida…
E incluso el día que este cedro que tengo dentro deje de crecer, y otra dama venga por mí a darme otro mundo…
Incluso ahí, y en el infinito, te buscare…
Te buscare hasta volverte a hacer mía…